Reliquia médica regresa ante la epidemia de violencia armada

2022-12-20 11:11:20 By : Ms. zenti wang

Philadelphia — Por la forma en la que la sangre brotaba de la herida de bala, el teniente Robert Friel sabía que no le quedaba mucho tiempo.

Se desplomó en el suelo del CVS de South 10th Street, sin poder mover la pierna. Friel nunca había recibido un disparo, pero, después de 28 años en la policía de Philadelphia, sabía lo suficiente como para darse cuenta de que la bala había alcanzado una arteria importante.

El teniente aguantó mientras un compañero sometía a su agresor y finalmente pronunció las palabras que le salvarían la vida:

¡Tienes que hacerme un torniquete o voy a morir!

En medio de una epidemia de violencia con armas de fuego que no da señales de disminuir, Philadelphia recurre cada vez más a una herramienta para salvar vidas inventada en la antigüedad: una correa resistente que se enrolla con tanta fuerza alrededor de un brazo o una pierna que corta el flujo de sangre.

Los torniquetes cayeron en desuso durante gran parte del siglo XX, debido al temor de que pudieran causar daños en los nervios e incluso provocar amputaciones, pero, en Irak y Afganistán, el tipo de lesiones sufridas por los soldados estadounidenses hizo que se volviera a valorar este tipo de dispositivos. Las pruebas eran claras: cuando se usan correctamente, los torniquetes son seguros y salvan vidas.

Lo que funcionaba en la guerra no tardó en llegar a la vida civil. Boston entregó torniquetes a su policía luego del atentado del maratón de 2013 y Philadelphia los siguió ese mismo año; pronto se convirtieron en equipo estándar para los trabajadores de la construcción, los paisajistas y los socorristas. En 2018, los distritos escolares de la zona incluían torniquetes en los botiquines de primeros auxilios, formando a los profesores y a veces a los alumnos.

Los grupos comunitarios también están adoptando la causa. En una ciudad en la que más de 2,000 personas son alcanzadas por disparos cada año, saber cómo usar torniquetes es una habilidad vital básica, dijo Christopher Stith, miembro de una fraternidad que enseñó a los adolescentes de la ciudad a aplicar los dispositivos en un campamento de un día el verano pasado.

“No sabes cuándo va a llegar esa bala”, dijo. “Si pasa algo delante de ellos, podrán saltar a la acción”.

Robert Friel, teniente de la policía de Philadelphia, aún tiene síntomas persistentes por una herida de bala en mayo de 2020, cuando un colega le salvó la vida con un torniquete. (Jose F. Moreno/Philadelphia Inquirer/TNS)

Un torniquete funciona por pura fuerza, cerrando un vaso sanguíneo como si se aplastara un popote, dijo Lewis J. Kaplan, profesor de cirugía de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pennsylvania (Penn).

“No hay forma de apretarlo demasiado”, dijo.

Los dispositivos son sencillos y consisten en una correa y una varilla que se ajusta llamada molinete. Es posible fabricar uno con tela y un palo, pero en manos inexpertas ese método puede empeorar la hemorragia. Los expertos recomiendan las variedades compradas en la tienda.

Si se hace bien, duele. Aunque un torniquete priva al brazo o la pierna de oxígeno, es seguro dejarlo colocado durante más de una hora, dijo Kaplan, expresidente de Society of Critical Care Medicine (SCCM).

Esto hace que el concepto encaje a la perfección en una Philadelphia con una gran densidad de hospitales, en donde la mayoría de los lugares están a un corto trayecto en ambulancia de los cuidados que salvan vidas. La policía de la ciudad a menudo lleva a los pacientes al hospital incluso más rápido llevándolos en la parte trasera de un coche de policía, una práctica autorizada desde hace tiempo llamada scoop and run (que consiste en cortar la hemorragia e irse).

En 2021, 128 pacientes llegaron a un hospital de Philadelphia con un torniquete colocado, un promedio de una vez cada tres días.

En 119 de esos casos, el paciente sobrevivió, de acuerdo con Pennsylvania Trauma Systems Foundation (PTSF), el grupo que acredita a los hospitales estatales que se especializan en el tratamiento de lesiones graves. Los médicos dijeron que los dispositivos probablemente no eran necesarios en todos los casos, pero que es mejor pecar de ser precavido.

En todo caso, los torniquetes deberían usarse con más frecuencia, dijo Murray J. Cohen, cirujano traumatólogo del Hospital Universitario Thomas Jefferson. Una de las víctimas del tiroteo masivo de junio en South Street murió porque no se usó un torniquete, dijo.

Cohen quiere que los torniquetes sean tan comunes como los desfibriladores —los dispositivos eléctricos que se usan para reanimar a una persona en parada cardíaca—, si no es que más, ya que los torniquetes pueden costar menos de 30 dólares.

Pero cuando preguntó recientemente en una estación de SEPTA, Cohen se sintió consternado al saber que el botiquín de primeros auxilios no contenía un torniquete. Todas las escuelas de Philadelphia disponen de estos dispositivos, pero no hay una formación formal para los estudiantes en torno a cómo usarlos.

Organizaciones como Phi Beta Sigma han intervenido para llenar ese vacío. El 22 de julio, la fraternidad históricamente afroamericana se unió a la policía para celebrar un campamento de un día de duración de prevención de la violencia llamado Stop the Bleed en el instituto Benjamin Franklin, en el vecindario de Spring Garden de la ciudad.

Más de 40 asistentes, de entre 12 y 18 años, recibieron kits con torniquetes, gasas y agentes coagulantes y se les enseñó a usarlos, dijo Stith, director regional de acción social de la organización.

Un miembro de la fraternidad incluso fabricó miembros artificiales con flotadores de piscina para que los estudiantes pudieran practicar.

“¡Salven mi pierna!”En la mañana del 29 de mayo de 2020, la policía había pasado toda la noche buscando a un hombre llamado Richard A. Kralle, un culturista que, de acuerdo con los informes, estaba armado y tenía tendencias suicidas.

Conduciendo a casa después de su turno nocturno, poco antes de las 7 a.m., el teniente Friel finalmente lo vio cerca de la tienda CVS en South 10th Street y pidió ayuda por radio.

Robert Friel, teniente de la policía de Philadelphia, muestra dónde un colega le colocó un torniquete en la pierna izquierda, lo que le permitió sobrevivir a una bala que le destrozó el fémur y cortó la arteria femoral. (Jose F. Moreno/Philadelphia Inquirer/TNS)

Dentro de la tienda, mientras ayudaba al agente Marco Fernandes a reducir al sospechoso, Friel sintió que la bala le golpeaba en la parte exterior de la pierna izquierda, justo por encima de la rodilla. Cayó al suelo angustiado, con la sangre acumulándose rápidamente bajo la pierna.

Fernandes pronto puso a Kralle bajo arresto. A continuación, la agente Katelynn Harper envolvió la pierna de Friel con el torniquete, apretándolo tanto que le dolía casi tanto como la herida de bala.

Sin embargo, minutos después, cuando Friel llegó a la entrada de urgencias del Jefferson en la parte trasera de un coche de policía, sentía la pierna entumecida.

Mirando desde la cama a los médicos y enfermeras que le preparaban para la operación, recuerda que dijo una última cosa:

Los médicos hindúes empezaron a usar torniquetes hace más de 2,500 años, envolviendo las extremidades de las víctimas de mordeduras de serpiente para frenar la propagación del veneno. Sin embargo, la medicina tardó en darse cuenta de que estos dispositivos podían salvar vidas al detener la pérdida de sangre, de acuerdo con un estudio publicado en American Journal of Surgery.

Incluso al comienzo de la Guerra Civil estadounidense, muchos soldados no llevaban ni usaban torniquetes, a pesar de las crecientes pruebas a su favor, para consternación del influyente cirujano de Philadelphia Samuel D. Gross.

“Permiten que su corriente vital se agote, como el agua que sale de una boca de riego”, escribió el médico de Jefferson en 1861.

Los dispositivos se hicieron más populares durante el sangriento conflicto de la Primera Guerra Mundial —el Museo Mütter cuenta con algunas variedades metálicas brillantes de esa época—, pero, ante la preocupación de que los torniquetes aumentaran el riesgo de amputación, su uso volvió a disminuir durante gran parte del resto del siglo XX.

Hasta Irak y Afganistán. Los soldados sufrieron terribles lesiones en las piernas por el uso generalizado de artefactos explosivos improvisados (IED), dijo Elinore Kaufman, cirujana de trauma de Penn Presbyterian Medical Center (PMUC) y profesora adjunta de la Escuela de Medicina Perelman de Penn. Sin embargo, como muchos de ellos estaban protegidos por chalecos antibalas, sus torsos quedaron relativamente indemnes.

“Sobrevivían de forma que el problema de las extremidades era el más grave”, dijo.

Los médicos determinaron una vez más que los torniquetes tenían sentido, siempre que se cumplieran dos condiciones.

Una, que los dispositivos se dejaran colocados durante no más de una o dos horas.

En segundo lugar, que los soldados recibieran los cuidados adecuados una vez retirados los torniquetes, para evitar los daños colaterales que pueden producirse cuando se restablece repentinamente el flujo sanguíneo en un brazo o una pierna, dijo Kaplan, de Penn. Los cirujanos del campo de batalla hicieron cortes preventivos a través de la fascia —las finas capas de tejido conectivo que rodean los músculos— para dejar espacio a la hinchazón.

Los resultados fueron claros: los soldados con torniquetes tenían más probabilidades de sobrevivir.

La lección no tardó en aplicarse en casa. Impulsado por el tiroteo en la escuela de Sandy Hook en 2012, American College of Surgeons (ACS) se reunió con el gobierno de Estados Unidos para desarrollar una campaña de formación nacional, ahora llamada Stop the Bleed, cuyo objetivo es que la experiencia en torniquetes sea tan común como saber administrar la RCP.

La pierna de Friel era un desastre.

La bala le había destrozado el fémur y cortado la arteria femoral, la principal fuente de sangre de la pierna.

Cohen, quien supervisó la intervención quirúrgica del teniente en mayo de 2020 en el Jefferson, sabía que una reparación satisfactoria requeriría una cuidadosa coreografía. Restablecer el flujo sanguíneo a la extremidad era esencial, pero el cirujano y sus colegas tenían que empezar con una reparación temporal.

“No se puede fijar el vaso sanguíneo hasta que el hueso vuelva a tener la longitud correcta o se romperá el vaso”, dijo.

En primer lugar, la cirujana vascular Dawn Salvatore colocó un trozo de tubo flexible en cada uno de los extremos cortados de la arteria, desviando la sangre hacia el músculo y el hueso situados debajo de la lesión.

A continuación, el cirujano ortopédico James Krieg atornilló un marco similar a una jaula para estabilizar el hueso roto en la longitud correcta. Al igual que los cirujanos militares en Irak, el equipo también hizo una fasciotomía, cortando el tejido que rodeaba los músculos de la pantorrilla de Friel para que tuvieran espacio para hincharse.

A continuación, le tocó el turno a Salvatore. Sustituyó el tubo temporal por un injerto permanente, que sigue suministrando sangre a la pierna de Friel hasta el día de hoy. Al día siguiente, Krieg sustituyó el hueso destrozado por una varilla metálica y finalmente retiró el armazón externo.

“Es un deporte de equipo”, dijo Cohen.

Dos años y medio después del tiroteo, los fragmentos de la bala permanecen en la pierna de Friel, que está entumecida por debajo de la rodilla. Su pie se siente constantemente dormido. No puede sentarse ni estar de pie durante mucho tiempo y todavía no ha recibido el visto bueno para volver al trabajo.

Cohen, su cirujano, dijo que los síntomas persistentes no son sorprendentes, ya que el torniquete comprimió los nervios de su pierna.

Pero no hay duda de que la aplicación del torniquete fue la decisión correcta, dijo Cohen, y, con fisioterapia, el entumecimiento aún puede mejorar.

A medida que se acerca el juicio de su presunto agresor, siente gratitud por el rápido trabajo de sus compañeros y de los médicos.

“Me salvaron la vida”, dijo. “Puedo lidiar con lo demás”.